La consigna fue el desarrollo de emprendimientos por parte de los estudiantes, a partir de un proyecto ya realizado o de una idea primaria. Luego, debieron desarrollar sus diferentes aspectos y presentarlos, simulando una exposición para conseguir financiamiento en una incubadora de empresas.
Las ideas se trabajaron con distintas áreas profesionales y diferentes clases de organizaciones. Entre ellos, algunos que apuntaban al trabajo medioambiental, otros al netamente comercial y otros que incluían aspectos sociales.
Raymond Schefer, profesor titular de la asignatura, contó que la idea principal de hacer estas presentaciones es “prepararlos para ser más competitivos, saber cómo presentar un proyecto, cómo vender una idea y, finalmente, que puedan encarar una actividad desde un punto de vista real, como pasa en la calle y no tanto como un ejercicio académico.”
Entre los 17 proyectos presentados, se eligió a uno como ganador, por medio de un jurado compuesto por los profesores Andrés Irigo, de la materia Emprendedorismo e Innovación; Ricardo Palma, de Técnicas y Herramientas Modernas; y Alfredo Caballero, de Gestión de la Calidad.
La propuesta elegida fue la formulada por Juan Francisco Ávila, Ignacio Bistué, Mauricio Guevara y Julián Reboredo, quienes desarrollaron la idea de comercializar un vaso que no se rompe ante una caída. El recipiente estaría constituido por una bicapa de vidrio, entre las que se encontraría una de un polímero especial, emulando un diseño similar al que utilizan los parabrisas de los vehículos.
Para los jóvenes, la experiencia propuesta por la cátedra fue muy positiva, en el sentido de que los ayudó a entender cómo conformar grupos de trabajo, distribuirse las tareas y aprender a complementarse entre sí.
Destacaron, además, la importancia del aprendizaje de estas prácticas para el desempeño profesional de los ingenieros industriales; así como también el ejercitar la expresión y el trabajo en conjunto con profesionales de otras disciplinas.